El alcohol, sustancia psicoactiva
con propiedades causantes de dependencia, se ha utilizado ampliamente en muchas
culturas durante siglos. El consumo nocivo de alcohol conlleva una pesada carga
social y económica para las sociedades.
El alcohol afecta a las personas
y las sociedades de diferentes maneras, y sus efectos están determinados por el
volumen de alcohol consumido, los hábitos de consumo y, en raras ocasiones, la
calidad del alcohol. En 2012, unos 3,3 millones de defunciones, o sea el 5,9%
del total mundial, fueron atribuibles al consumo de alcohol.
El consumo nocivo de alcohol
también puede perjudicar a otras personas, por ejemplo, familiares, amigos,
compañeros de trabajo y desconocidos. Asimismo, el consumo nocivo de alcohol
genera una carga sanitaria, social y económica considerable para el conjunto de
la sociedad.
El consumo de alcohol es un
factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos. Está asociado con el
riesgo de desarrollar problemas de salud tales como trastornos mentales y de comportamiento,
incluido el alcoholismo, importantes enfermedades no transmisibles tales como
la cirrosis hepática, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares,
así como traumatismos derivados de la violencia y los accidentes de trafico.
Una proporción importante de la
carga de morbilidad y mortalidad atribuibles al uso nocivo del alcohol
corresponde a los traumatismos, sean o no intencionados, en particular los
resultantes de accidentes de tráfico, actos de violencia y suicidios. Además,
los traumatismos mortales atribuibles al consumo de alcohol tienden a afectar a
personas relativamente jóvenes.
Recientemente se han establecido
relaciones causales entre el consumo nocivo y la incidencia de enfermedades
infecciosas tales como la tuberculosis y el VIH/sida. El consumo de alcohol por
parte de una embarazada puede provocar síndrome alcohólico fetal y
complicaciones prenatales.
FACTORES QUE INFLUYEN EN EL CONSUMO DE ALCOHOL Y LOS DAÑOS RELACIONADOS CON EL ALCOHOL
Tanto en el plano individual como
en el social, se han identificado diversos factores que influyen en los niveles
y hábitos de consumo de alcohol, así como en la magnitud de los problemas
relacionados con el alcohol en las comunidades.
Los factores ambientales incluyen
el desarrollo económico, la cultura y la disponibilidad de alcohol, así como la
globalidad y los niveles de aplicación y cumplimiento de las políticas
pertinentes. Para un nivel o hábito de consumo dado las vulnerabilidades de una
sociedad podrían tener efectos diferenciales similares a los producidos en
diferentes sociedades.
Si bien no existe un único factor
de riesgo dominante, cuanto más factores vulnerables converjan en una persona,
más probable será que esa persona desarrolle problemas relacionados con el
alcohol como consecuencia de su consumo.
Los efectos del consumo de
alcohol sobre los resultados sanitarios crónicos y graves de las poblaciones
están determinados, en gran medida, por dos dimensiones del consumo de alcohol
separadas, aunque relacionadas, a saber:
el volumen total de alcohol
consumido, y las características de la forma
de beber.
El contexto de consumo desempeña
un papel importante en la aparición de daños relacionados con el alcohol, en
particular los asociados con los efectos sanitarios de la intoxicación
alcohólica y también, en muy raras ocasiones, la calidad del alcohol consumido.
El consumo de alcohol puede tener
repercusiones no sólo sobre la incidencia de enfermedades, traumatismos y otros
trastornos de salud, sino también en la evolución de los trastornos que padecen
las personas y en sus resultados.
En lo que respecta a la
mortalidad y la morbilidad, así como a los niveles y hábitos de consumo de
alcohol, existen diferencias entre los sexos. El porcentaje de de funciones
atribuibles al consumo de alcohol entre los hombres asciende al 7,6% de todas
las defunciones, comparado con el 4% entre las mujeres.
En 2010, el consumo total de
alcohol per cápita en todo el mundo registró un promedio de 21,2 litros de alcohol
puro entre los hombres, y 8,9
litros entre las mujeres.
FORMAS DE REDUCIR LA CARGA DEL CONSUMO NOCIVO DE ALCOHOL
Los problemas sanitarios, de
seguridad y socioeconómicos achacables al consumo de alcohol se pueden reducir
eficazmente mediante medidas aplicadas al grado, las características y las
circunstancias en que se produce la ingestión, así como a los determinantes
sociales de la salud.
Compete a los países la
responsabilidad principal de formular, aplicar, vigilar y evaluar políticas
públicas para disminuir el consumo nocivo de alcohol. Los formuladores de
políticas tienen a su disposición un acervo considerable de conocimientos
científicos en torno a la eficacia y la costoeficacia de las siguientes
estrategias:
regular la comercialización de
las bebidas alcohólicas (en particular, la venta a los menores de edad);
regular y restringir la
disponibilidad de bebidas alcohólicas;
promulgar normas apropiadas sobre
la conducción de vehículos en estado de ebriedad;
reducir la demanda mediante
mecanismos tributarios y de fijación de precios;
aumentar la sensibilización y el
apoyo con respecto a las políticas;
proporcionar tratamiento
accesible y asequible a las personas que padecen trastornos por abuso del
alcohol;
poner en práctica programas de criba e intervenciones breves para disminuir el consumo peligroso y nocivo
de bebidas alcohólicas.
RESPUESTA DE LA OMS
En 2010, la Asamblea Mundial
de la Salud
aprobó una resolución en la que hace suya la estrategia mundial para reducir el
uso nocivo del alcohol y por la que insta a los países a que fortalezcan las
respuestas nacionales a los problemas de salud pública causados por dicho uso.
La estrategia mundial para
reducir el uso nocivo del alcohol representa un compromiso colectivo de los
Estados Miembros de la OMS
para aplicar constantemente medidas enderezadas a reducir la carga mundial de
morbilidad causada por el consumo nocivo. La estrategia incluye políticas e
intervenciones de base científica que pueden proteger la salud y salvar vidas
si se aplican correctamente.
También incluye una serie de
principios por los que debe guiarse la elaboración y ejecución de las
políticas; además, establece las esferas prioritarias para la actuación
mundial, recomienda objetivos concretos del programa de acción nacional y
otorga un sólido mandato a la OMS
para que fortalezca las actuaciones a todos los niveles.
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